“La Iglesia es misión”. El Documento de Síntesis reafirma el dinamismo misionero de la Iglesia sinodal
“Más que decir que la Iglesia tiene una misión, afirmamos que la Iglesia es misión. “Como el Padre me envió, así también yo os envío” (Jn 20,21)”. Comienza así el octavo capítulo del “Documento de síntesis” aprobado y publicado el sábado 28 de octubre al concluir la primera sesión de la XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos, dedicada al tema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. El documento representa un resultado provisional del camino sinodal de cara a la segunda sesión de la Asamblea, prevista para octubre de 2024. Todo el texto está atravesado por continuas referencias a la misión de anunciar el Evangelio como única razón de ser de la Iglesia y como criterio rector para aplicar reformas y cambios en las instituciones y dinámicas eclesiales. En concreto, el dinamismo misionero de la Iglesia sinodal se propone nuevamente en sus líneas esenciales en el capítulo octavo, titulado “La Iglesia es misión”, que abre la segunda parte del documento con el elocuente título “Todos los discípulos, todos los misioneros”. Todos los párrafos del capítulo octavo fueron aprobados por los miembros de la Asamblea sinodal con un consenso que en la mayoría de los casos rozó prácticamente la unanimidad.
La misión de Jesús
En el primer párrafo del capítulo octavo se lee que “la Iglesia recibe su misión de Cristo, el enviado del Padre, la propia misión. Sostenida y guiada por el Espíritu Santo, anuncia y da testimonio del Evangelio a quienes no lo conocen o no lo aceptan, con esa opción preferencial por los pobres que tiene sus raíces en la misión de Jesús. De esta forma sucede la llegada del Reino de Dios, del que “constituye el germen y el principio”.
La fuente sacramental de la misión
“Los primeros sacramentos de la vida cristiana, – recuerda el párrafo b del capítulo octavo-, confían a todos los discípulos de Jesús la responsabilidad de la misión de la Iglesia. Laicos y laicas, consagrados y consagradas y los ministros ordenados tienen la misma dignidad. Han recibido diferentes carismas y vocaciones y ejercen diferentes roles y funciones, todos llamados y nutridos por el Espíritu Santo para formar un solo cuerpo en Cristo. Todos los discípulos, todos los misioneros, en la vitalidad fraterna de las comunidades locales que experimentan la dulce y reconfortante alegría de evangelizar”.
En este marco, -destaca el texto aprobado por la Asamblea-, “el ejercicio de la corresponsabilidad es esencial para la sinodalidad y es necesario en todos los niveles de la Iglesia. Cada cristiano es una misión en este mundo”.
Los dones de los laicos y de las familias
“Los padres, los abuelos y todos aquellos que viven y comparten su fe en la familia son los primeros misioneros”, se lee en el párrafo del Documento que recuerda que “la familia, como comunidad de vida y de amor, es un lugar privilegiado de educación en la fe y en la práctica cristiana, que requiere un acompañamiento particular en el seno de las comunidades”. Y “si la misión es una gracia que compromete a toda la Iglesia, los fieles laicos contribuyen de manera vital a realizarla en todos los ambientes y en las situaciones ordinarias de cada día”. “Son ellos, sobre todo, los que hacen presente a la Iglesia y anuncian el Evangelio en la cultura del entorno digital, que tiene un impacto tan fuerte en todo el mundo, en las culturas juveniles, en el mundo del trabajo, de la economía y de la política, del arte y de la cultura, de la investigación científica, de la educación y de la formación, en el cuidado de nuestra casa común y, en concreto, en la participación en la vida pública. Dondequiera que estén presentes, están llamados a dar testimonio de Jesucristo en la vida diaria y a compartir explícitamente la fe con los demás. En particular, los jóvenes, con sus dones y sus fragilidades, a medida que crecen en la amistad con Jesús, se pueden convertir en apóstoles del Evangelio entre sus coetáneos” (párrafo d).
El Documento de síntesis subraya que los laicos “están cada vez más presentes y activos también en el servicio dentro de las comunidades cristianas. Muchos de ellos organizan y animan comunidades pastorales, sirven como educadores en la fe, teólogos y formadores, animadores espirituales y catequistas, y participan en distintos organismos parroquiales y diocesanos. En muchas regiones la vida de las comunidades cristianas y la misión de la Iglesia se centran en la figura de los catequistas” (párrafo e). El texto de la Asamblea pide que los carismas de los laicos, “dones del Espíritu Santo a la Iglesia”, sean “sacados a la luz, reconocidos y valorados plenamente”. En algunas situaciones “puede suceder que los laicos sean llamados a suplir la escasez de sacerdotes, con el riesgo de que se menoscabe el carácter estrictamente laical de su apostolado”. Mientras que “en otros contextos puede suceder que los sacerdotes lo hagan todo y los carismas y ministerios de los laicos sean ignorados o infrautilizados”. En el texto aprobado se hace referencia explícita al “peligro, expresado por muchos en la Asamblea, de “clericalizar” a los laicos, creando una especie de elite laical que perpetúa las desigualdades y divisiones en el Pueblo de Dios” (párrafo f).
La misión “ad Gentes” como intercambio de dones
La práctica de la misión “ad gentes”, llevada a cabo por misioneros y misioneras que dejan su tierra de origen para realizar su labor apostólica en otras tierras, se propone nuevamente en el Documento de síntesis sinodal como “un enriquecimiento mutuo de las Iglesias, porque no implica solo a los misioneros, sino a toda la comunidad, a la que se anima a rezar, compartir bienes y dar testimonio”. Esta oferta, – se lee en el texto -, no debe ser abandonada ni considerada como una práctica del pasado incluso por las “Iglesias pobres en clero”, mientras que “aquellas en las que hay un mayor florecimiento de vocaciones al ministerio ordenado pueden abrirse a la pastoral cooperación, en una lógica genuinamente evangélica. Todos los misioneros, laicos y laicas, consagrados y consagradas, diáconos y presbíteros, en particular los miembros de los institutos misioneros y los misioneros fidei donum en virtud de su propia vocación, son un recurso importante para crear vínculos de conocimiento e intercambio de regalos”, subraya el texto aprobado por la Asamblea sinodal en el párrafo g.
Nudos por desatar, propuestas por experimentar
Entre las “cuestiones que deben abordarse” para facilitar y no frenar el dinamismo misionero de la Iglesia, el texto destaca también aquellas relacionadas precisamente con las nuevas tareas y roles asumidos por hombres y mujeres laicos en la dinámica eclesial y pastoral. El Concilio Vaticano II y el magisterio eclesial posterior, – recuerda el Documento de síntesis -, presentaron “la misión distintiva de los laicos en términos de santificación de las realidades temporales o seculares”. Ahora bien, “en la concreción de la práctica pastoral, a nivel parroquial, diocesano y, recientemente, también universal, las tareas y ministerios dentro de la Iglesia se confían cada vez más a los laicos. La reflexión teológica y las disposiciones canónicas”, subraya a este respecto el texto, “deben conciliarse con estos importantes acontecimientos y tratar de evitar dualismos que puedan comprometer la percepción de la unidad de la misión de la Iglesia” (párrafo j).
Al promover la corresponsabilidad por la misión de todos los bautizados, se debe reconocer también el potencial apostólico de las personas con discapacidad (párrafo k). Las estructuras pastorales “deben reorganizarse para ayudar a las comunidades a hacer emerger, reconocer y animar los carismas y ministerios” de los laicos. Al mismo tiempo, para evitar los riesgos de la autorreferencialidad, las comunidades eclesiales, en todas sus instancias, están llamadas a ponerse “principalmente al servicio de la misión que los fieles desempeñan en la sociedad, en la vida familiar y laboral, sin centrarse exclusivamente en las actividades que se desarrollan dentro de ellos y en sus necesidades organizativas” (párrafo l).
Nuevos ministerios eclesiales para los laicos
Entre las propuestas esbozadas en la parte final del capítulo octavo, el Documento de síntesis recuerda “la necesidad de una mayor creatividad en la creación de ministerios basados en las necesidades de las Iglesias locales, con particular participación de los jóvenes”. En concreto, se menciona la posibilidad de configurar para los laicos “un verdadero ministerio de la Palabra de Dios, que en los contextos apropiados podría incluir también la predicación”, y también “un ministerio que se dará a los matrimonios comprometidos en sostener la vida familiar y acompañar a las personas que se preparan para el sacramento del matrimonio”.
Agencia Fides