Sobre San Francisco Javier, Patrono de las Misiones, en su fiesta
Este pasado domingo, como cada 3 de diciembre, celebramos la fiesta de San Francisco Javier, patrón junto con Santa Teresita, de las Misiones de la Iglesia.
Francisco Javier nació en el reino de Navarra en el año 1506 y falleció el 3 de diciembre de 1552 a las puertas de China.
En realidad, si Dios no le hubiese tocado el corazón y le hubiese convertido, Francisco Javier no hubiese sido el gran santo que fue.
Su familia pensaba que sería un gran caballero, un gran personaje que se casaría con una gran dama y tendrían muchos hijos, pero los planes de Dios no siempre coinciden con los nuestros.
En el año 1528 conoció en París, donde se encontraba estudiando, a su mejor amigo: San Ignacio de Loyola, el cual siempre le ayudó en todo.
Ignacio ya había tenido la intuición de crear la llamada Compañía de Jesús (los Jesuitas), pero fue precisamente en París donde, junto con otros cinco compañeros, se constituyó el embrión de la que más tarde sería la Compañía.
Los cinco amigos, una vez finalizados los estudios, hicieron votos de caridad y castidad, a la vez que prometen viajar a Tierra Santa.
Francisco Javier se quedó en París otros dos años estudiando teología y practicando los Ejercicios Espirituales con San Ignacio.
Más tarde, Ignacio y Francisco viajaron a Roma para entrevistarse con el Papa Paulo III y pedirle su bendición antes de viajar a Tierra Santa, cosa que no pudieron hacer debido a la guerra de Venecia contra Turquía.
En Venecia fue ordenado sacerdote el 24 de junio de 1537.
Ante la tardanza para poder partir a ninguna parte, marcha a Lisboa en 1540 donde comenzará la etapa más importante de su vida: la de ser misionero.
Fueron enviados a las Islas Orientales.
Durante el viaje, Francisco fue legado del Papa en las tierras del Mar Rojo, del Golfo Pérsico y de Oceanía, a uno y otro lado del Ganges.
Por donde va, aprende la lengua del lugar para que la buena noticia del Evangelio pueda llegar a cada uno en su idioma propio, aunque por parte de algunos poderosos encontró oposición.
Durante 1544 realizó más de 20 viajes misioneros.
Francisco es informado de la ejecución de cristianos en Celián, por lo cual vuelve a Goa y habla con el gobernador para acompañar a las tropas que se iban a enviar para castigar las acciones contra los cristianos: fue otro episodio que nunca se llevó a cabo.
Parte hacia las Islas Molucas, llega a Malaca, sale hacia las islas de Amborio y Ternate en 1546, después de preparar las Instrucciones para los catequistas de la Compañía de Jesús.
Al cabo de tres meses y medio llega a su destino y recorre diferentes islas de la región.
Parte después hacia las islas del Moro y de allí vuelve a Cochín, donde llegaría en 1548.
Después de realizar labores de reordenación y supervisión de las misiones establecidas en India y Molucas, parte hacia Japón junto con sus compañeros Cosme, Juan y Anjiró, el domingo de Ramos de 1549.
El 15 de agosto llegó a tierras niponas, donde permaneció durante dos años y tres meses siempre evangelizando.
Pidió que se tradujera la Declaración de los artículos de la Fe, que aprendió de memoria y solía recitar en las esquinas y por las calles.
Pero la misión fracasó.
En 1550 fundó una pequeña comunidad cristiana en Hirado y después llegó a Meaco, donde intentó, sin éxito, ser recibido por el emperador.
Para poder evangelizar necesitaba predicar, porque la fe viene por el oído, por la escucha.
Después se vuelve a la India alertado por las noticias que le llegan acerca de lo que está ocurriendo allí.
Organiza una embajada para ir a China en nombre del rey de Portugal y tratar de entablar negociaciones de paz.
El 24 de enero de 1552 llega a Cochín y el 18 de febrero a Goa.
Parte hacia China el día 14 de abril acompañado de Gago, Álvaro, Antonio (de origen chino) y un criado indio llamado Cristóbal.
Llegaron a Sancián a finales de agosto de 1552 movidos por las afirmaciones de los japoneses que, según parece, no valoraban nada que antes no hubiese sido valorado en Japón.
Sancián era la isla de encuentro entre mercaderes chinos y portugueses.
Un barco chino debería introducirles clandestinamente en el continente, pero debido a las condiciones climatológicas y personales, Francisco enfermó de pulmonía con una fiebre altísima.
Su amigo Antonio de Santa Fe le cuidó esa noche de viernes, y al amanecer del sábado se durmió en el Señor, el 3 de diciembre de 1552, a los 46 años de edad.
Sus restos mortales fueron llevados a Goa (capital de la excolonia portuguesa) donde él había pedido ser enterrado; allí llegaron en la primavera de 1554 en medio de un gran recibimiento de cristianos y no cristianos.
Los devotos de la India suelen peregrinar todavía a la Basílica del Buen Jesús de Goa, que se convierte en un lugar con una fuerte atracción religiosa para millones de personas.
Hasta 3 millones de devotos pasan a ver los restos de Francisco Javier en unos 44 días.
Nuestro santo fue canonizado por el Papa Gregorio XV en 1622 junto con Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Isidro Labrador y Felipe Neri.
En 1904, el Papa Pío X lo declaró patrón de la Obra de la Propagación de la Fe, y en 1927 el Papa Pío XI le nombró Patrón Universal de las Misiones junto con Santa Teresita del Niño Jesús.
Navarra le tiene como copatrón, pues el patrón es San Fermín de Amiens, o sea, que comparten patronazgo.
A partir del siglo XVI Francisco Javier se convirtió en ideal de misionero en tierras paganas. Esto ha dado lugar a una abundantísima obra que trata de su figura y de su misión.
A los indígenas les proponía el Evangelio en su lengua materna mediante la catequización y la traducción de los textos litúrgicos a las lenguas locales.
En 1542 escribió el Pequeño Catecismo, y cuatro años después el Gran Catecismo y las Instrucciones para los catequistas (en 1545)
Estamos hablando de un hombre que dejó que el Señor le tocase el corazón y de un hombre que hizo caso a las palabras de Jesús cuando nos dice:
“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación; el que crea y sea bautizado se salvará”
Sin la figura de San Francisco Javier, el mundo no sería el mismo, el Evangelio no hubiese llegado hasta donde llegó, la Compañía de Jesús tampoco hubiese sido la misma, ni tampoco la Iglesia de su tiempo ni la del nuestro.
Estamos refiriéndonos a un “gigante” de la evangelización y de la misión ad gentes et inter gentes; uno de los más insignes santos de la Iglesia Universal.
Es venerado en la Iglesia Católica, en la Iglesia Anglicana y en las comunidades luteranas.
Fue el Espíritu Santo quien movió a nuestro santo a hacer lo que hizo, buscando solamente la salvación de las almas.
Podemos decir bien alto y claro que España dió al mundo, entre otros, a estos dos grandes santos:
Ignacio de Loyola y Francisco Javier.
Hoy nuestro mundo necesita hombres y mujeres fuertemente arraigados en Cristo y en su Evangelio de vida y salvación, para que, creyendo, se salve.
A todos los bautizados en Cristo, a cada cual según su misión específica, nos llama el Señor a ser sus amigos y a llevar su Evangelio a los demás.
La causa evangelizadora y misionera debe ser, hoy también, la primera en las preocupaciones de todos los cristianos>
José Vicente Martínez, diciembre de 2023.