Ana María Cabo, misionera en Cuba: “Tratamos de llevar la luz y la alegría de la fe”
La religiosa valenciana Ana María Cabo Paredes, misionera en Cuba desde hace 16 años, coordina el centro de formación de la diócesis de Santa Clara, donde se ofrece un espacio de educación en valores evangélicos, que es muy solicitado y acoge a cientos de niños, jóvenes y adultos. “En una sociedad en la que la trascendencia se ha negado durante muchos años, y en un pueblo donde la desesperanza es muy fuerte, nuestra presencia es portadora de la luz y la alegría de la fe”, añade la misionera que empleando una expresión cubana asegura que “Cuba es linda pero duele”.
Este centro, respondiendo al plan educativo de la Iglesia en Cuba, con el logo “la verdad os hará libres”, transmite los valores evangélicos y ofrece clases en idiomas -fundamentalmente inglés- de iniciación para niños hasta inglés médico para profesionales, así como de diseño gráfico, dibujo, bioética, teología y formación de profesores.
“Tenemos también un aula de diseño gráfico y otra de dibujo, y se ofrece apoyo a pequeños empresarios que empiezan a promover sus negocios”. Además, se ha conseguido un aula de psicología “en la que contamos con una psiquiatra infantil-juvenil, un psicólogo y una psicopedagoga para el apoyo de padres y educadores para niños con dificultades”.
Actualmente, están proyectando junto con la parroquia Santuario de la Virgen de la Caridad un taller para niños con problemas de autismo.
“Para nosotros es fundamental la pedagogía de Jesús”
Según Ana María Cabo, religiosa Esclava del Sagrado Corazón de Jesús, en la educación, ante un sistema que desde hace mucho tiempo no ofrece alternativas, “para nosotros es fundamental la pedagogía de Jesús” ante la que la gente pierde el miedo a expresar sus necesidades y así se logran personas libres, autónomas, implicadas en la sociedad.
La misionera destaca la profesionalidad de todo el equipo, y de sus profesores y quiere dejar bien claro “que es un espacio donde la gente respira otra cosa, donde creemos en la libertad, en la bondad, y en la verdad”, asegura.
El Centro de Formación, puesto en marcha hace más de 25 años, está abierto a cualquier persona que lo solicita, sea creyente o no, o de otras denominaciones religiosas, y en él se trabaja la constancia, la perseverancia, el respeto. “Nuestros alumnos que no son creyentes dicen que cuando entran en el centro se vuelven cristianos”, afirma con una sonrisa.
Según expresa Ana María,“yo no podría hacer esto sin los cubanos: hay cubanos de una categoría profesional, humana y de fe que es de descubrirse, y hay muchos laicos muy comprometidos”.
“Hay una serie de carencias cada vez más fuertes y muy duras”
Las carencias del pueblo cubano son cada vez más fuertes y muy duras, “a veces es difícil tener tiempo para formarse porque muchos han de buscar primero comida”.
El fenómeno migratorio produce sufrimiento y las personas mayores se van quedando solas porque sus familias emigran para buscar un futuro mejor: “es raro el joven que no quiere salir del país”.
Las necesidades de los cubanos han aumentado mucho: los precios en la alimentación están disparados: “no hay aceite, no hay harina, no hay leche, no hay huevos, no hay papel higiénico, no hay combustible …. o lo encuentras a precios desproporcionados. Hay personas que cobran por su trabajo dos mil pesos cubanos cuando el cartón de huevos cuesta mil quinientos por la calle”, añade.
“La inflación cada vez es más fuerte, la gente está muy desmotivada y otro problema es la salud, muy preocupante porque no hay medicinas”. De hecho, a su regreso a Cuba la misionera llevará una maleta repleta de medicamentos que ha recogido gracias a la solidaridad de los valencianos.
“Nuestra presencia, sólo el hecho de estar con ellos, es evangelización”
Para Ana María Cabo, la presencia de los misioneros- religiosos, sacerdotes y laicos- sólo el hecho de estar allí con los que más sufren, es de gran ayuda, es evangelización.
“Muchas veces me preguntan ‘¿y tú por qué estás aquí, si tú tienes de todo en tu país?’, y aunque no conocen muchas cosas de la Iglesia, sí saben que estás allí con ellos, que estás contenta, que tienes esperanza”.
“Yo creo que una de las necesidades más grandes que en este momento se nos pide es ser personas agradecidas y contentas de tener la fe y de ver la humanidad de otra manera”. “Tenemos sentido de esperanza, tenemos sentido de futuro y eso les llama la atención porque a ellos se les ha ido cerrando todo”, explica.
Proyecto “Hermano”, para ayudar a los que lo necesitan
Tras la pandemia por el COVID-19, surgió un proyecto interparroquial en la diócesis de Santa Clara ante el cierre de comedores sociales y parroquiales – teniendo de fondo la encíclica del Papa ‘Fratelli Tutti’, para acoger al ‘hermano’.
Este próximo mes de julio abrirá las puertas este centro, en un local muy sencillo, “donde ofrecemos ayuda de primera necesidad”. Todo ello impulsado por la misionera valenciana y un equipo interparroquial.
“Queremos ofrecer una taza de té caliente, alimentos, y dar servicios básicos para gente que viene de la calle. Por eso, instalaremos una lavadora, un refrigerador y duchas, poco a poco según las necesidades”. Hay grupos pequeños de voluntarios que hacen comida por la noche y lo reparten a la gente que duerme en la calle al día siguiente.
“Nos pueden apoyar con la oración”
La misionera afirma que “nos pueden apoyar con la oración, potenciando el voluntariado y con la presencia de religiosos, sacerdotes y laicos”.
Ante tanta necesidad, la religiosa valenciana asegura que la oración “nos da mucha fuerza”. También se puede colaborar potenciando el voluntariado, personas que viajen hasta Cuba en verano o Navidad, y, por supuesto, enviando medicamentos y alimentos o ayudas para transportes.
Estar en Cuba es “un regalo muy grande aunque estoy abierta a lo que Dios quiera”
La misionera valenciana, de 73 años y nacida en el barrio de Ruzafa, asegura que la fe y la vida religiosa- lleva 45 años como religiosa- “es un regalo impresionante que cada vez valoro más y vivir en Cuba para mí es decirle al Señor gracias!”
“Nosotras fuimos llamadas a ir a Cuba por el Obispo del lugar, monseñor Arturo González, y comenzamos en una colaboración parroquial, con capillas en barrios más alejados y una casa misión donde se celebra la eucaristía y se impartían catequesis, formación y se colaboraba con Cáritas, labor con la que continuamos”.
Pero pasados nueve años se nos ofreció otra presencia en Santa Clara que implicaba acompañar y dirigir el Centro de Formación de la diócesis – un espacio educativo que ha ido creciendo- al lado de la parroquia Santuario de la Virgen de la Caridad y con la colaboración de la capilla del Capiro y sus casa misión.
“Cuando llegué no había grupo de Cáritas, en la ciudad de Caibarién, por eso, se formaron grupos de laicos para escuchar a la gente y ayudar”. También se formó un grupo de artesanía. Desde el principio “trabajamos la importancia de la comunidad, de las relaciones humanas”. También los medios de comunicación son una ventana abierta al mundo donde ya no se puede ocultar la realidad.
“Tenemos que seguir trabajando por la fraternidad de la que ellos mismos son portadores y acompañarles en su camino de discípulos y misioneros en un mundo que se abra a la esperanza”, según Ana María Cabo que recuerda palabras de san Juan Pablo II, en su visita a la isla hace 25 años, cuando pidió que “Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba” y dijo al país: “Cuba, cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón”.