El Papa Francisco sobre la patrona de las misiones

El Papa Francisco sobre la patrona de las misiones

“Imitemos el ‘Caminito’ de Santa Teresita, haciendo hasta las cosas más pequeñas, como hizo el Señor, con gran amor”, con este sentimiento, el Papa Francisco describió a Santa Teresita de Lisieux, patrona de las misiones, durante la audiencia general, celebrada en la Plaza de San Pedro, continuando con su serie de catequesis sobre santos que personificaron el celo apostólico.

Recordando que la querida santa nació hace 150 años, el 2 de enero de 1873, el Papa expresó su deseo de dedicarle una carta apostólica con motivo de este aniversario.

“Es patrona de las misiones, pero nunca estuvo en misión. Era una monja carmelita y su vida estuvo bajo el signo de la pequeñez y la debilidad: ella misma se definía “un pequeño grano de arena”. De salud frágil murió con tan solo 24 años. Pero, aunque su cuerpo estaba enfermo, su corazón era vibrante, misionero”.

“Sin aparecer, intercedía por las misiones, como un motor que, escondido, da a un vehículo la fuerza para ir adelante. Sin embargo, a menudo no fue entendida por las hermanas monjas: obtuvo de ellas “más espinas que rosas”, pero aceptó todo con amor, con paciencia, ofreciendo junto a la enfermedad, también los juicios y las incomprensiones”, subrayó el Papa.

¿De dónde llegan esta fuerza misionera y ese celo apostólico? Francisco recordó dos episodios de la vida de Teresa antes de que entrara en el monasterio. El primero se refiere al día que le cambió la vida, la Navidad del año 1886, “cuando Dios obró un milagro en su corazón”.

“A Teresa le quedaban poco para cumplir 14 años. Siendo la hija más pequeña, en casa era mimada por todos. Al volver de la Misa de medianoche, el padre, muy cansado, no tenía ganas de asistir a la apertura de los regalos de la hija y dijo: «¡Menos mal que es el último año!», porque a los 15 años ya no se hacía. Teresa, de carácter muy sensible y propensa a las lágrimas, se sintió mal, subió a su habitación y lloró. Pero rápido se repuso de las lágrimas, bajó y llena de alegría, fue ella la que animó al padre”, recordó Francisco. Desde ese día, Teresa dirige su celo a los otros, “para que encontraran a Dios”

El segundo episodio está relacionado con el criminal Enrico Pranzini que, considerado culpable del brutal homicidio de tres personas, estaba destinado a la guillotina, pero no quería recibir el consuelo de la fe. Teresa lo toma muy en serio y hace todo lo que puede: “Reza de todas las formas por su conversión para que tenga un pequeño signo de arrepentimiento y haga espacio a la misericordia de Dios, en la que Teresa confía ciegamente”.

El día después de la ejecución, Teresa leyó en el periódico que Pranzini poco antes de apoyar la cabeza en el patíbulo cogió el crucifijo que le presentaba el sacerdote y besó por tres veces “sus llagas sagradas”.

“Esta es la fuerza de la intercesión movida por la caridad, este es el motor de la misión. De hecho, los misioneros, de los que Teresa es patrona, no son solo los que hacen mucho camino, aprenden lenguas nuevas, hacen obras de bien y son muy buenos anunciando; no, misionero es cualquiera que vive, donde se encuentra, como instrumento del amor de Dios; es quien hace de todo para que, a través de su testimonio, su oración su intercesión, Jesús pase”, dijo Francisco.

Por último, el pontífice subrayó que el “celo apostólico no funciona nunca por proselitismo o por constricción, sino por atracción: uno no se vuelve cristiano porque sea forzado por alguien, sino porque es tocado por el amor”.

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