Grupo Tú Eres Misión: Los nuevos ámbitos de la misión
Oremos por el mundo y toda su gente.
Por este mundo inabarcable, desbordante de seres vivos
y lleno de periódicos con noticias de todos los países.
Oremos por el pequeño mundo que nos es tan cercano,
por aquellos que nos “pertenecen”, la familia y los amigos,
por aquellos que comparten nuestras preocupaciones,
por todos los que dependen de nosotros.
Oremos por nuestros semejantes
cuya miseria vemos a diario en los periódicos y en la televisión,
por las víctimas del racismo o la violencia de todo tipo,
por los millones de personas que va matando el hambre.
Oremos también por los que están enfermos cerca de nosotros,
por los que han tenido un accidente,
por los despreciados,
por los que carecen de toda seguridad,
por todos aquellos a los que, de un modo u otro,
les resulta difícil convivir con los demás.
Y por todos nosotros,
para que no seamos crueles ni intolerantes,
para que no vivamos a costa de los demás,
para que Dios nos haga capaces de trabajar en este mundo,
para que el Señor nos muestre el camino y las actitudes del Reino,
y para que nos dejemos arrastrar por la fuerza del Espíritu
en el amor universal y sin condiciones.
Mt 28, 16-20
Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».
Como hemos ido viendo, no es fácil definir los confines entre atención pastoral, nueva evangelización y actividad misionera específica, y es que “hay una real y creciente interdependencia entre las diversas actividades salvíficas de la Iglesia: cada una influye en la otra, la estimula y la ayuda” (Redemptoris missio 34).
Por otro lado, la misión ad gentes tiene ante sí una tarea inmensa que, “bien sea bajo el punto de vista numérico por el aumento demográfico o bien bajo el punto de vista socio-cultural por el surgir de nuevas relaciones, comunicaciones y cambios de situaciones, parece destinada hacia horizontes todavía más amplios” (RM 35). Ello hace percibir dificultades aparentemente insuperables, tanto de tipo social como internas a la Iglesia; pero la confianza que brota de la fe (situando el protagonismo de la misión en Jesucristo y su Espíritu) ha de conducirnos a una actitud simultánea de humildad, sabiendo que no podemos llegar a todo, y de entrega total y confiada, para poder ser instrumentos útiles de Dios.
Y es que, para que la misión sea verdaderamente eclesial, debe ser universal. Así, la universalidad de la misión se manifiesta hoy desde tres coordenadas, los tres “nuevos” ámbitos de la misión: lo geográfico, lo social y lo cultural.
En primer lugar, en una posición eminente, cabe destacar que sigue siendo necesaria y urgente la misión ad gentes circunscrita a los límites geográficos donde se pueden reconocer regiones territoriales, incluso continentes en los que todavía no ha resonado el anuncio del Evangelio. La misión ad gentes siempre se dirigirá a los “países” o “tierras” de misión. Esta afirmación nos ayuda a definir responsabilidades en la tarea misionera, pues la tarea del cristiano nunca puede encerrarse o limitarse: a “una misión universal debe corresponder una perspectiva universal”.
Así pues, la universalidad no se limita a lo geográfico, que es lo “más común”. Dadas las profundas transformaciones que se han ido produciendo, se debe reconocer que esos ámbitos se han desplazado en muchos sentidos. Por ejemplo, lo social.
Entre los “mundos y fenómenos sociales nuevos” reconocemos las megalópolis. En ellas están surgiendo nuevas costumbres y modelos de vida, nuevas formas de cultura, que tanto influyen en la población. La “opción por los últimos” no debe provocar la desatención de esos “centros donde nace una humanidad nueva”. Ello se hace más urgente para la obligación misionera debido a que el fenómeno de la urbanización se acelera en los tradicionales “países de misión” y porque afecta especialmente a los jóvenes.
Por otro lado, las situaciones de pobreza, intolerables, no tan nueva, pero que en tantas ocasiones se encuentran en la base de los movimientos migratorios. El anuncio del Reino y la responsabilidad eclesial no pueden descuidar la interpelación de estas situaciones clamorosas. Como hijos de Dios y hermanos nuestros, tienen la misma dignidad y, por tanto, merecen la acogida amorosa del Padre en nosotros.
También está la secularización de las iglesias denominadas “de antigua cristiandad”. El Papa San Juan Pablo II insistía en Ecclesia in Europa que ante estas realidades es urgente afrontar la novedad del momento desde un “primer anuncio y nuevo anuncio” (46s).
Por último, el tercer ámbito son los “areópagos modernos”. El areópago era un lugar, pero sobre todo una función y una estructura esencial en la autoconciencia colectiva de los ciudadanos. Era un ámbito de encuentro, de debate y de decisión. La vida entera de la ciudad pasaba por el areópago, pues en él se establecían y anulaban las relaciones, y por ello del areópago procedían los dinamismos que iban a determinar la vida cotidiana.
Por analogía, el Papa intenta poner ante la conciencia eclesial la importancia de los areópagos de nuestra civilización (RM 37c). La vocación pública y universal del anuncio evangélico exige que sea proclamado desde los lugares o ámbitos que actúan actualmente como areópagos, y son muchos (organismos y encuentros internacionales, la economía, la investigación, los movimientos a favor de la paz y del desarrollo, los proyectos sociales de solidaridad…). Sin embargo, el primer y principal areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación, que unifica a la humanidad transformándola en una “aldea global”. Los medios de comunicación social, entre los que destacan las redes sociales propiamente dichas, son el principal instrumento informativo y formativo, que determina los comportamientos humanos. Aquéllos no deben ser considerados simplemente como medio para multiplicar el anuncio, sino que, desde un nivel más profundo, es la evangelización misma de toda la cultura moderna la que depende en gran parte de su influjo; el mensaje mismo debe ser integrado en esta “nueva cultura” creada por la comunicación moderna. Recuerda explícitamente la afirmación famosa de Pablo VI, que consideraba la ruptura entre Evangelio y cultura como el drama de nuestro tiempo.
Al analizar la situación de la universalidad y los nuevos ámbitos de la misión
- ¿Qué interrogantes y posibilidades suscita en nosotros esta nueva situación?
- El mundo se nos muestra hoy cambiante y global. ¿Qué actitud personal tenemos ante este mundo? ¿Cómo pretendemos hacerlo más humano y según los planes de Dios desde nuestra posición en la vida?
- De los nuevos ámbitos de la misión que hemos señalado, ¿cuáles crees que es más urgente evangelizar y por qué?
- Ante este mundo nuestro, bendecido por Dios y amenazado por el anti-Reino, ¿qué actitudes muestra la Iglesia?
- ¿Qué puedes hacer para desarrollar el compromiso misionero que asumiste en el Bautismo y reafirmaste en la Confirmación?
- ¿Es posible “abrir brecha” para una misión realista, posible y actual en los nuevos fenómenos sociales ? ¿Cómo?