Visita de misioneros del IEME al Vicariato Apostólico de San José del Amazonas
El Vicariato con el que nuestra Diócesis asumió un compromiso misionero recibió a misioneros del IEME con la clara invitación a acoger a misioneros “¡les esperamos!”. Recogemos la carta del misionero César L. Caro:
Podría escribir cosas más “espiritualmente correctas” como: “ojalá hagan un buen discernimiento”, “sopesen las alternativas basados en buenos informes”, “tómense su tiempo”, “vean los pros y contras y lo que Dios quiera”… y otros adagios similares aparentando una supuesta neutralidad, pero no voy a caer en esa impostura porque ya somos grandes, nos conocemos bastante y para mí está claro: su sitio está en el Putumayo peruano.
¿Y cómo así tengo esa seguridad? Porque el estilo del IEME está en las raíces de mi identidad como misionero presbítero diocesano desde hace veinte años. Varias veces participé en las convivencias de animación que organizaba el EFAM, me empapé de su espiritualidad y de las intuiciones centrales de la organización: trabajo en equipo, inculturación, respeto por los procesos de las iglesias locales, apuesta por los laicos, cuidado del carácter secular, conexión con las diócesis de origen.
Todo ello está en las líneas inspiradoras de mi proyecto de vida. Y ahora Diosito regala al Vicariato San José la posibilidad de que un equipo IEME se una a nuestro proyecto… ¡es una bendición! Necesitamos misioneros capaces de descalzarse con humildad, suspender sus programaciones previas, sumergirse en estas culturas y amar con ternura esta tierra y sus pobladores. Ustedes son perfectamente capaces, y lo han demostrado en los días que han compartido con nosotros en Estrecho.
Han soportado calor asfixiante, ataques de mocas y zancudos, un internet chueco; han ido con los niños a ver el caballo y el toro, han comprobado la precariedad de los medios sanitarios, se han ganado a los alumnos del colegio en un rato; han escuchado atentamente al Consejo de Pastoral haciendo preguntas certeras, han navegado a Marandúa y a Horizonte, donde se dejaron impactar por la pobreza general, la debilidad de esta iglesia y la acogida de la gente, que les invitó a masato.
Los chicos del internado me masacran con una única pregunta: “¿cuándo van a regresar los padres para quedarse?”. No van a olvidar que ustedes han caminado con ellos hasta la quebrada para bañarse, incluso Juancito ha bailado cumbias en la orilla rodeado de una nube de adolescentes. Ángel ha dado premios, Carmelo ha hablado bonito en la homilía, ambos han ido a visitar a los enfermos; y Pablo ha confesado y en dos días ya tiene amigos acá, qué facilidad. Todos recibieron como regalo un sombrero de chambira que se colocaron al toque, y en las fotos finales de la misa no se sabía quiénes estaban más orgullosos, si los padres o la comunidad que les aplaudía a rabiar.
Este puesto de misión lleva veinte años sin la presencia estable de un sacerdote. El responsable es Félix, un laico de etnia murui. No cualquiera está capacitado para entender el camino y la originalidad de la comunidad cristiana de acá; como decía Ángel en la reunión, la iglesia es laical, y un buen trecho de la navegación hacia la sinodalidad ya fue recorrido. Tal vez más por necesidad que por convencimiento, y por supuesto con todas las limitaciones, pero la realidad es que en este rincón fronterizo hemos avanzado, esta gente lo ha hecho a su manera, pero lo ha hecho. Y eso lo han de saber leer los que llegan, para impulsar, para acompañar, para reforzar, pero nunca para truncar con el sutil pero destructivo virus del clericalismo.
Ustedes son los indicados, todo el mundo lo ha visto. Por favor, vengan a quedarse junto a nuestro pueblo lindo, ellos les necesitan y les merecen. Les garantizo que los afortunados que acá aterricen se sentirán felices y plenamente realizados como misioneros. Aprenderán, disfrutarán y servirán, atendiendo al llamado del Papa a soltar amarras y adentrarse en la Amazonía con el corazón abierto de par en par.
He de confesarles que, sin darse cuenta, han tomado agua del Putumayo; así lo habíamos urdido con María la cocinera, y ya es irremediable. Todo el IEME está seguramente enamorado. Ustedes son para nosotros, para el Vicariato San José del Amazonas. Gracias por su generosidad. ¡Les esperamos!